lunes, 11 de agosto de 2008

La premura de ser mortal


Domingo.
Hacía tiempo que no sentía eso, eso que el humano busca y que cuando encuentra le llama felicidad.
Hacía mucho que esa felicidad se camuflajeó de tantas cosas que luego se me perdió entre tanta escenografía.
Ayer domingo, recibí nuevos rayos de luz, que amortizan un poco, sólo un poco la pesadumbre del día a día.
Pero, hoy lunes, entre la astucia de un infierno cotidiano y los 40 grados de temperatura, me recordaron tantas cosas...
Cosas que había olvidado. Cosas que sólo los mortales viven, cosas que luego de mucho tiempo me volvió a tocar vivirlas.
La premura de ser mortal. De caminar por las calles del centro de la ciudad bajo el castigo del sol que sin miramientos escupe sus lenguas sobre mí.
Sinceramente, no recordaba lo que implica la mortalidad; eso de sufrir por lo que todos sufren cuando pude crear mi pequeño paraíso, pero hasta ese lugar llegaron las cucarachas de la sorna, los bichos del convenio, esa plaga que maniata toda esperanza de fuga...

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