lunes, 23 de julio de 2007

El canto de la sirena

La habitación es blanca, pero entre los azulejos que la forman hay moho. Julián eructa. Coca cola con frituras. Lucio ríe. El gas de Julián recorre el cuarto. El reloj que se encuentra arriba del pequeño refrigerador marca las veinte horas. Sólo esperan que lleguen los otros dos para comenzar el trabajo. Hay una televisión empotrada en una de las esquinas, transmiten las noticias en vivo, el reportero menciona con lamento la muerte de una señora y sus dos hijos. Un camión urbano los embistió. La cruz roja ha recogido los cuerpos; el chofer del camión huyó. Lucio vuelve a sonreír. Hoy habrá trabajo, dice Julián. Los dos salen al pasillo, rumbo a la entrada de emergencias. Los otros dos no llegaran en menos de treinta minutos. Abordan la ambulancia. Julián es el piloto. La frecuencia está abierta y sólo necesitan la señal para despertar y adentrarse en las calles e intentar la salvación de alguien. Ahí está. Lucio enciende la sirena y saltan los colores, salta la angustia. La ruleta de la muerte ha girado. El pavimento está mojado, una ligera llovizna cayó en el centro de la ciudad y perjudica el trabajo. Ellos ya no son responsables de salvar o no, de llegar a tiempo o simplemente llegar. Atropello en Madero y Pino Suárez. Persona de sexo femenino, cincuenta años promedio, indigente. Lucio disminuye el volumen de la sirena. Julián saca un cigarro del bolsillo de la camisa. El semáforo indica rojo. A un costado, en un Sedan, una señora de arrugas marcadas se persigna y marca por celular a su casa, pregunta si todos los hijos están ahí. En sus labios se pronuncia la frase “gracias a Dios” y se vuelve a persignar. Lucio observa la escena de la señora. Unidad 032, presentarse urgente. La lluvia aparece de nuevo. Los coches no avanzan.

Señora tiene usted seguro. Responda señora. Cuál es su nombre. Responda señora. Algún familiar que le podamos avisar. Que le duele, le duele aquí, a ver, no haga mucho esfuerzo. Tranquila señora, la ambulancia ya viene en camino. Me duele mucho, no siento mis piernas, tengo frío en la espalda. Mi canasta, mi canasta, dónde está. Julián comenta acerca de la nueva chica con la que sale, es Maya, la de conmutador. Se quiere casar, ¿cómo ves? Ríe y observa a la distancia el embotellamiento causado por el accidente. Lucio reprocha la falta de sentido común de la gente, porque cuando deben de moverse, no se mueven. Calculan llegar en diez minutos a la escena. Ebrio, vagabundo o despistado. La apuesta se concreta. Lucio va por el vagabundo y Julián por el despistado. Qué apostamos, replica Lucio. Cómo ves, si unos tacos de don Lucas con todo y refresco. Vas barrabás.

Allá en la calle, en el asfalto que se teñía de sangre, los transeúntes incrédulos miraban sin compasión a la señora atropellada, la veían sin morbo y sin detalle, sabían que estaba herida, pero ellos nada podían hacer.

1 comentario:

Gabriel Yafet dijo...

Felicidades! Con ganas que está!
Curioso como apenas llueve poquito y Monterrey es un caos, y para acabarla, nunca faltan los mirones que hacen el tráfico más pesado.
Quiero más! Venga el siguiente!